Suiza se destaca entre varias cosas por ser el
único caso en la historia moderna en tener una Democracia Directa, al estilo de
la antigua Grecia, donde sus ciudadanos podían votar en asuntos que aquejaban
al Demos. La Confederatio Helvetica como se llama así misma, ha dado muchos
ejemplos de avance, pero hay algunos donde marca un sesgo de duda, de si esta
forma de participación es la más correcta. Sin ir más allá nos podemos referir
a la votación en plebiscito sobre la Cuota de inmigración que se impuso a los
ciudadanos provenientes de otros estados parte de la UE. Por la misma se
intenta correlacionar la entrada de estos últimos de acuerdo a las capacidades
de absorción del mercado laboral suizo. Por
un estrecho 50.3% de los votantes (recordar que la votación en Suiza no es
obligatoria) hace en este mes un año que los suizos dijeron Sí a la iniciativa
del partido derechista SVP.
Doce meses después, los Suizos, otra vez a
pedido del SVP, son convocados a las urnas bajo el lema “Inmigrantes criminales
afuera”, por la cual se quiere implementar una ley que exige que aquellos “Ausländer”
(extranjeros) que hayan cometido alguno de los delitos allí tipificados deberán
ser expulsados del país, con una veda al reingreso que va de los 5, 10 o 20
años, según la reincidencia. Si bien los delitos son de orden grave, no
hablamos de simples delitos punibles con penitenciaria, sino de homicidio,
intento de homicidio, trata de personas, pornografía infantil, etc., preocupa a
los defensores de los DDHH que la iniciativa deroga un artículo anterior, que
impedía hacer deportaciones o expatriaciones a países en situación de guerra o que conlleven un peligro para las personas que
sean expulsadas.
La lectura social es que Europa está viviendo
tiempos muy difíciles, aun esta palpable el dolor por los atentados recientesen Paris, así como el miedo a la masiva inmigración de refugiados, y de
aquellos, que aprovechan la invitación de la canciller Alemana Angela Merkel a una
mejor vida. El viejo continente se bate a duelo entre evitar una posición que
va en contra de los DDHH, o que no quiere jugar con la extrema derecha, y por
otro lado una población que al parecer está cada vez más cercana a esa postura,
debido a la falta de carácter de los mandatarios, que mientras se reúnen en el
lujoso St. Moritz en el Foro Económico Mundial, sus fronteras son violadas
impunemente por cientos de miles, provenientes de África y Medio Oriente, entre
los últimos muchos fanáticos musulmanes afines a la idea de un Califato
Islámico en Europa. Todo lo anterior es un punto que los radicales de derecha
saben explotar en estos momentos, la preocupación de la comunidad extranjera es
que “no se ponga a todos en la misma bolsa”.
Hoy en día se pueden leer cientos de opiniones
en contra de muchas posiciones distintas, ya sea Human Right Watchs, la ACNUR o el consejo Europeo por solo nombrar tres. Lo que es cierto que este país con vocación
definitivamente democrática votara lo que considere apropiado, y deberá ser
cumplido. Eso deja una gran falencia al momento de ajustar las reglas internas
con los tratados internacionales, como demostró la cuota de trabajadores de la
UE, en el caso actual principalmente sobre DDHH. Suiza juega con la posibilidad
de ganarse pocos amigos, de seguir con esta tendencia que va en contra, por un
lado de la profundización de lazos con la UE, y por otro lado de adjudicarse la
nada agradable rotula de “fascista”.
Pero así como una parte de la población quiere
cerrar algunas puertas, otra parte quiere abrir otras, en este caso se
plebiscita este 28 de febrero, la aprobación o no del segundo túnel delGotardo, un túnel que se extendería casi 17 kilómetros por debajo de los Alpes,
hacia la Suiza Italiana, y que es un paso muy importante para la UE ya que une
Italia con el mercado Austriaco, Suizo y Alemán, y a la viceversa. En 1985 se
inauguró el primer túnel que precisa urgentemente de reformas, y la alternativa
es crear un nuevo túnel a un costo de 2 billones de francos suizos (2 Bn USD),
o por un poco menos crear un sistema de transporte utilizando trenes que lleven
autos y camiones, para poder cerrar el túnel y realizar su saneamiento. Luego
de reparado el viejo no dejaría ninguna nueva infraestructura, y esto a casi el
mismo costo que realizar uno nuevo.
El 28 de febrero de este año se decidirán varias cosas, pero dos de
ellas dejaran ver qué nivel de apertura tiene Suiza a nuevos proyectos, o si
por otra parte quiere arraigarse a viejas prácticas ya probadas en el viejo
continente. Ya quisieran los uruguayos, quienes supieron construir la "Suiza de América", que sus plebiscitos tuvieran el poder de decidir realmente el rumbo del país.
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