El Uruguay siempre se destacó por
el principismo y el realismo de su Política Exterior.
Hace cincuenta años integró el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas representado por Carlos María
Velázquez. Corría el año 1965 y los Estados Unidos habían invadido SantoDomingo. El discurso de Velázquez retumbó en el Consejo con la fuerza de una denuncia,
como una sentencia condenatoria a todo Estado que interviniera en los asuntos
internos de otro.
En representación de nuestro país
afirmó que la “Intervención” era una palabra maldita. Y de allí tomó vida el
principio que la Asamblea de la ONU hizo suya en la Resolución 2026.
El Uruguay impulsó años después
la creación del grupo de Contadora y del Grupo de los Ocho que tuvieron como
resultado el Tratado de Esquipulas en Centroamérica y el otorgamiento del
Premio Nobel de La Paz al ex- Presidente de Costa Rica.
Luego se lanzó desde Punta del
Este, la Ronda Uruguay del GATT que incluyó en la Agenda los nuevos temas del
comercio internacional y culminó con la creación de la Organización Mundial del
Comercio (OMC) en Marrakesh.
Por otro lado, el Tratado de la
Hidrovía ubicó al puerto de Nueva Palmira como su Terminal, mientras que la
firma de las notas reversales que decidieron el dragado de los canales de
Martín García y la extradición de los terroristas etarras, resistida por el
actual gobierno sin excepciones, fueron, entre otros , logros concretos de una
Política coherente y respetada.
El Mercosur fue también el inicio
de un Proyecto de integración, que con nuestra iniciativa invitó al Paraguay
para consolidar la vieja expresión de la política de los meridianos en nuestro
rol de bisagra de la Cuenca del Plata. Y que a pesar del estado caquéxico en
que se encuentra, está unido a nuestro destino estratégico si fuéramos capaces
de recuperar el concepto de apertura a favor de una dinámica inserción externa de
nuestra producción de bienes y servicios.
Asimismo, la extensión de la
Plataforma continental fue desde el principio una toma de conciencia de la
importancia de nuestros intereses marítimos junto con el fortalecimiento de
nuestra presencia en la Antártida, mientras nuestras Fuerzas Armadas han estado
al servicio de la Paz internacional en el marco de los Capítulos regulados por
las Naciones Unidas.
Lamentablemente, en un lento pero
implacable cambio nos transformamos en los referentes del anti-imperialismo,
los enemigos mortales del “neo liberalismo” (todavía una etiqueta sin definir),
los partidarios de la integración ideológica, los anti ALCA, los amigos de
Chávez y su petro-socialismo, los aspirantes a viajar en el estribo de Brasil,
los victimarios una vez más del Paraguay, los anti Fuerzas de Paz, los amigos
del execrable violador de su hijastra, el Presidente de Nicaragua (homenajeado
con las llaves de la ciudad de Montevideo); los sumisos vecinos de la
esquizofrenia argentina, los abanderados del principio de que lo político
prevalece sobre lo jurídico, los impulsores de ingresar y de salir del TISA; en
suma, los defensores de los izquierdos humanos a diferencia de los derechos
humanos.
Lo importante hoy, no es la
fuerza ética del principio de igualdad, sino de qué lado están los “amigos”
ideológicos, los mismos que siguen vinculados al terrorismo y consideran al
Estado de Derecho como una expresión burguesa al servicio de un capitalismo
“salvaje y bucanero”.
Este populismo incandescente no
tiene otro destino que ingresar en un circuito de disolución moral; la
corrupción es su moneda común y la mayoría de estos gobiernos cuenta con
cientos de jerarcas marxistas que, reivindicando la lucha de clases para
derrotar al capitalismo, han decidido hacer su propio capital, simplemente,
robando.
La honestidad, era y es, lo
mínimo que alguien puede exhibir tanto en la esfera privada como en la pública;
sin embargo, en este “solidario” club exclusivo del nuevo escenario regional,
se asesinan fiscales, se censura a la prensa, se inventan conspiraciones, se
encarcela a la oposición, se roba para la “Corona” con valijas que viajan
repletas de dólares y se mira para el costado cuando los revolucionarios
“compañeros” de países vecinos son condenados a años de cárcel por robar la
plata del pueblo.
Y así vemos, como termina
desfilando ante los Poderes Judiciales de la región una extraña asociación de
ladrones de cuello duro y ladrones de callos duros sin que entre ellos se
encuentre diferencia alguna.
Una historia verdadera nos deja
el mejor mensaje. En el XX Congreso del Partido Comunista, Nikita Khruschev
daba cuenta de los mil crímenes atribuidos a Stalin (el Gran Conductor). Un
papel escrito a mano pasaba como quemando entre los miles de delegados hasta
que llegó a poder del orador. Khruschev se detuvo y leyó en voz alta lo que
estaba escrito en él: “Si ustedes sabían todas esas cosas, por qué las
permitieron? ¿Por qué no las denunciaron?”
Un pronunciado silencio se
instaló en el auditorio. Entonces, Khruschev preguntó en voz alta “¿quién
escribió esto? ¡Que se ponga de pie!”, insistió. El silencio fue la respuesta.
Entonces, comentó en un tono más bajo, pero para que se oyera: “Bien; las
mismas razones que tiene el autor de este mensaje para no asumir su
responsabilidad, las teníamos nosotros, los que rodeábamos a Stalin, para
callarnos la boca”.
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