La caída abrupta del precio del petróleo fue el evento imprevisto que signa el cierre del 2014. Dejó por el camino las proyecciones de analistas reputados, viene generando desconcierto sobre sus causas, y lo que es más importante, ha sembrado el pánico en las tesorerías de algunos de sus exportadores más importantes. Esto último abre un signo de interrogación para países relevantes de nuestra región como México y Venezuela, cuyos ingresos fiscales son altamente dependientes de la exportación petrolera.
Si bien otras serían las circunstancias, basta recordar que el derrumbe del precio del petróleo tuvo entre sus consecuencias el tequilazo de 1982 en el país azteca, y sumió a Venezuela en crisis económicas devenidas en crisis políticas recurrentes. A su vez, aplica una presión enorme a una potencia mundial nuclear, aunque alicaída, como Rusia.
Su efecto ha sido una devaluación del rublo de más del 50% y una sangría importante de sus reservas en lo que va del año. Aunque el tipo de impactos fluyentes de esa realidad pueden ser distintos, de todos modos conviene recordar que la cesación de pagos de la deuda domestica rusa de 1998 llegó hasta nuestros confines con el frenazo instantáneo del financiamiento externo (sudden stop). Por tanto, sin pretender ser alarmista corresponde refrendar que la consistencia macroeconómica y la minimización de vulnerabilidades frente a shocks externos, se han convertido en reglas necesarias de la buena política económica. Máxime cuando se trata de economías abiertas y pequeñas, pues la teoría y la experiencia muestran que son las más afectadas frente a los shocks externos negativos.
LAS EXPLICACIONES.
Respecto al fenómeno de la caída del precio del petróleo las explicaciones cubren un espectro amplio. Una primera razón es el debilitamiento de la demanda de crudo por el enlentecimiento ya constatado de la economía mundial.
Esa tendencia tiene como compañero de ruta al resto de la materias primas, incluidos los alimentos. Hubo una caída en escalón para toda esa clase de bienes, coherente con esa nueva realidad.
A eso se agrega que Estados Unidos aparece como un productor en fase creciente, tanto de gas natural como petróleo, y en camino de convertirse en exportador relevante al recurrir a la explotación de esquistos bituminosos mediante el fracking. Ante la irrupción de este nuevo contendiente, la OPEP acaudillada por Arabia Saudita ha decidido no limitar su producción diaria, pues la caída del precio ayuda a barrer a los competidores marginales o posponer proyectos de nuevos campos petroleros con costos de extracción altos.
Pero por detrás de esta realidad, donde se mezclan aspectos estratégicos y de nuevas tecnologías que movilizan la oferta y demanda del producto se encuentra otro aspecto fundamental: el retorno a tasas de interés real más altas gracias a la reversión de la política monetaria de Estados Unidos, que conlleva el fortalecimiento del dólar respecto al resto de las monedas relevantes.
ANTECEDENTES.
La historia nos ilustra con un patrón de comportamientos que se han venido repitiendo. En los episodios de caída sustancial de la tasa de interés real por la excesiva liquidez de 1970 debido al reciclaje de los petrodólares, a la política monetaria laxa de la FED del 2002-2004 y la de emergencia del 2007-2008 para neutralizar la crisis, se observó una suba sustancial del precio real de las materias primas y la energía.
Lo inverso ocurrió durante los años ochenta, cuando la FED bajo la égida de Paul Volcker llevó adelante una política monetaria sumamente contractiva que elevó la tasa de interés real a niveles inusuales.
Los mecanismos de transmisión que explican ese resultado, independientemente del nivel de actividad económica del mundo, son varios. Primero, como los commodities ante esta realidad se convierten en un bien de inversión, su precio se comporta como el de cualquier bien de activo fijo.
Una suba de la tasa de interés real hace caer su precio, pues el inversor se desprende de este activo para aplicarlos a una inversión financiera que le rinde más.
En segundo lugar, el aumento de la tasa de interés real aumenta su oferta pues incentiva extraer hoy más que mañana. En otras palabras, el ingreso presente se hace más valioso que el ingreso futuro. A eso se agrega que el costo del almacenamiento también aumenta, lo que hace que las empresas bajen sus inventarios. Y más aun en un escenario de debilitamiento generalizado de precios.
Por último la política monetaria más restrictiva de la FED fortaleciendo al dólar, hace que caiga el precio medido en dólares, de todas las materias primas, incluido el del petróleo.
CONCLUSIONES VARIAS.
En primer lugar, podría decirse que confluyen una serie de fuerzas complementarias que indican que el precio del petróleo y de la energía en general está convergiendo a una meseta con precios más bajos con permanencia en el mediano plazo.
A los efectos reales de una oferta mayor, se le suma una demanda que al menos permanecerá estacionada en niveles más bajos que en el pasado reciente. A eso se añade la "normalización" de la política monetaria de la economía más grande del mundo, con la consecuente suba de la tasa real de interés.
En segundo término, en este nuevo equilibrio habrá ganadores y perdedores. Esta realidad implica transferencias de recursos de enorme magnitud que favorecen a los importadores netos de energía, entre ellos Uruguay. Como contrapartida, aplica una presión enorme a países cuyo nivel de actividad y recaudación fiscal son altamente dependientes de la actividad petrolera. No es descabellado pensar en episodios de inestabilidad económica e incluso política en alguno de ellos, aunque con la expectativa de que sus efectos sean localizados.
Por último, nuestro país está recibiendo un shock positivo que en estos momentos está siendo utilizado correctamente para recomponer las finanzas de Ancap y reducir el déficit fiscal.
Pero esta postura extraordinaria sólo se justifica para corregir una situación deficitaria también extraordinaria. Una vez superada corresponde traspasar estrictamente los beneficios de la baja del crudo al consumidor final o industrial, como forma de respetar el principio de la buena praxis de la gestión pública.
Carlos Steneri
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