Su
madre, egresada de Harvard y del Instituto de derechos Humanos Raoul
Wallenberg, es asesora de una legisladora colorada. Su tío fue
Canciller de la república por siete años, por el mismo partido.
Esto no impidió que Lucía se volviera “blanca como hueso e
bagual” y hoy milite en el Herrerismo.
Esa
libertad de pensamiento que demostró ya de chica quizas sea el motor
que hace que no “se case con nadie” y levante la voz
cuando algo no está bien, sin pensar en reditos de ningún tipo.
Desde
su lugar de trabajo, la Oficina
de Supervisión de Libertad Asistida (OSLA) del Ministerio
del Interior, Lucía denunció a una mujer que se hace pasar por
Psicóloga, firmando con sello y matrícula falsos, en
expedientes que pasan por juzgados y determinan acciones de personas.
Lejos
de ser reconocido en dicho lugar su acción hoy, Lucia, es acosada
laboralmente por la Directora Interina, la Sra. Sandra Alonso. Parece
que la “sicóloga” tiene “peso político” y por
eso “no se la puede tocar”. Pero si se puede hacer mobbing
y perseguir a una empleada pública que molesta.
Molesta porque es honesta, molesta porque es blanca y molesta por que no se calla. El año pasado, yendo a trabajar, tuvo un accidente que casi le costó la vida en la Ruta 5, pese a eso se recuperó y sigue dando lo mejor de si en su trabajo.
En un país donde un ex ministro procesado encabeza una lista a diputados, donde los avales bancarios se otorgan a un “señor de la derecha” y las empresas monopólicas del Estado pierden cientos de millones de dólares, parecería que tener una empleada pública que cumpla con su trabajo y con su mandato constitucional molesta.
Ante
este atropello por parte de la Directora interina (quien ha sido
denunciada en varios juzgados), de la “sicóloga” trucha y de
esta red de corrupción instalada en el Ministerio del Interior, yo
me pregunto...¿que país tendríamos si todos fuéramos como Lucía?
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