El dilema del voto: entre la sabiduría colectiva y la demagogia - por Juan Carlos Nogueira


Suponga el lector que se encuentra indeciso sobre a qué restaurante ir a cenar. Por lo general, pedirá referencias a amigos, o consultará las revisiones en Internet. Ni los consejos de amigos, ni las revisiones de gente (que ni siquiera conoce), garantizan que su experiencia será similar, pero en definitiva, la decisión no conlleva consecuencias.

Ahora imagine que usted estuviera en una situación crítica. Por ejemplo, que un familiar suyo sufriera una enfermedad grave. ¿Qué haría?

a) Consultar en las redes sociales sobre cómo curar la enfermedad.

b) Consultar con un médico.

Apuesto que tanto usted, como yo, eligimos la opción b). 

La razón es que, cuando las decisiones tienen consecuencias graves, consideramos más apropiada la opinión calificada de una minoría experta que la opinión de una mayoría no calificada.

Sin embargo, cuando decidimos sobre un tema tan serio como lo es el gobierno del país, usamos el voto popular. Y delegamos el gobierno en un grupo de políticos. Esta paradoja presenta dos problemas:

1)  Las mayorías no siempre pueden determinar cuál es la mejor opción. 

Antes de ser condenado por hereje, permítame decir que esta idea ha sido sustentada por grandes pensadores, desde Platón hasta Borges. A modo de ejemplo, Thomas Carlyle opinaba " "no creo en la sabiduría colectiva de ignorancias individuales". En la misma línea, Winston Churchill sostenia que "el mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio".

Más recientemente, Jorge Luis Borges declaró en una entrevista con Neustadt:

"Para mí la democracia es un abuso de la estadística. Y además no creo que tenga ningún valor. ¿Usted cree que para resolver un problema matemático, o estético, hay que consultar a la mayoría de la gente? Yo diría que no; entonces ¿por qué suponer que la mayoría de la gente entiende de política? La verdad es que no entienden, y se dejan embaucar por una secta de sinvergüenzas, que por lo general son los políticos nacionales. Estos señores que van desparramando su retrato, haciendo promesas, a veces amenazas, sobornando, en suma”.

La critica de Borges no sólo apunta a la falacia de que las mayorías tienen razón, sino que dela planteado el segundo problema del sistema.

 

2) El sistema no garantiza que, tanto los políticos a cargo del gobierno, como los de la oposición, sean expertos capaces de cumplir sus funciones.

A modo de ejemplo, en el Parlamento actual existen legisladores que no culminaron el ciclo básico, y alguno apenas la escuela primaria. Me pregunto si realmente están en condiciones de redactar leyes, o siquiera de comprender las intrincadas implicancias que conllevan.

Hace unos 2.400 años, Platón advertía en el libro VI de la "República" que elegir un líder mediante el voto era arriesgado, porque los electores podrían ser fácilmente influenciados por características irrelevantes, sin considerar las calificaciones necesarias para gobernar. La democracia, según él, se vuelve un entorno propicio para la demagogia.

Platón también anticipó que, con el tiempo, los gobernantes se corromperían por los privilegios que disfrutan, preocupándose más por sus intereses personales y los de grupos de poder que por el bienestar nacional.

Sobran ejemplos de políticos que se han perpetuado en diferentes cargos de poder y que incluso se han referido a sí mismos como "clase política", olvidando lo que la Constitución en su art. 8:

"Todas las personas son iguales ante la ley no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes."

Más aún, la clase política tiende a multiplicar los cargos públicos. Piense el lector: ¿cómo es ser posible que un país tan pequeño y con tan poca población, necesite 30 senadores, 99 diputados, 19 intendencias con sus respectivos ediles, y no sé cuántos alcaldes y concejales. Además de todos los funcionarios que apoyan toda esa estructura.

 

Propuestas para mejorar el sistema democrático

Quien haya llegado hasta aquí, podría suponer que soy antidemocrático. Todo lo contrario. Coincido con Churchill cuando dijo: "La democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras que se intentaron".

Sin embargo, creo que nuestro sistema democrático debe mejorarse. A continuación, propongo algunas ideas incómodas que, sin duda generarán el rechazo político, pero no el racional:

1.       Que todo ciudadano que reciba asistencia económica del Estado, pierda su derecho al voto mientras goce del beneficio Esto mitigaría el clientelismo basado en planes sociales.

2.       Que los parlamentarios, ediles, alcaldes y concejales no puedan ser reelectos. Esto evitaría la perpetuación de políticos de carrera; y atendería la advertencia de Platón respecto a la corrupción producto del prolongado desempeño del poder.

3.       Que para presentarse a cualquier cargo electivo, además de las condiciones establecidas en la Constitución, se agregue tener un nivel de educación igual o superior al de un funcionario de la administracion pública. El motivo es evidente.

4.       Eliminar las alcaldías como primer paso para reducir el peso del Estado. Más adelante, incluso se podría considerar una reorganización territorial con sólo cinco departamentos: Montevideo, Noroeste, Noreste, Suroeste y Sureste.

5.       Que los cargos públicos técnicos tales como presidencias y direcciones de entes autónomos y otras comisiones, sean desempeñados por profesionales competentes en lugar de políticos sin la formación específica. Esto evitaría terribles desastres que hemos sufrido por culpa de jerarcas incompetentes. Como ejemplo, basta mencionar el vergonzante caso de Sendic en ANCAP.

Juan Carlos Nogueira

 

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